sábado, 12 de octubre de 2013

Historia de los trastornos mentales y su clasificación


La necesidad de clasificar los distintos tipos de enfermedades mentales ha existido siempre; ya en Mesopotamia, unos cuatro mil años antes de Cristo, se establece la civilización sumeria, de la que se conservan documentos médicos en tablillas grabadas mediante escritura cuneiforme. Se trata de una cultura mágico-animista que posee una concepción sobrenatural de la enfermedad: ésta se considera un castigo divino impuesto por diferentes demonios tras la ruptura de algún tabú.

Y posteriormente en el Antiguo Egipto se desarrolla un sistema médico público notable, que ya establece la importancia de ambientes estimulantes o de actividades recreativas como la pintura o el baile para el tratamiento de determinados trastornos del comportamiento. En el papiro Edwin Smith se afirma que el cerebro es el asiento de la mente.

En la antigua Grecia encontramos al padre de la medicina, Hipócrates.
Hipócrates fue un pensador griego adelantado a su época, él consideraba que la enfermedad no era originada por demonios o fuerzas sobrenaturales; al contrario, afirmaba que toda enfermad era de origen orgánico y que podía tratarse y curarse.

Estableció la existencia de 4 humores: sangre, bilis amarilla, bilis negra, y flema, y a partir de estos cuatro humores estableció los cuatro temperamentos en función de cual predominara más en el individuo.  El temperamento colérico (predominio de la flema), melancólico (predominio de la bilis negra), flemático (predominio de la flema) y sanguíneos ( predominio de la sangre).

Herederos de esta nueva visión de los tratarnos mentales fueron los romanos. Continuaron alejados del paradigma mágico y teológico, y encontramos a personajes como Aulo Cornelio Celso que propuso las actividades lúdicas para el tratamiento de determinados desórdenes mentales y desarrolla una clasificación de las enfermedades en tópicas o locales y sistémicas o generales. Galeno por su parte localiza la razón en el cerebro, y realizó estudios sobre lesiones cerebrales que le llevaron a establecer que el daño localizado en determinado hemisferio se correspondía con alteraciones en las extremidades del lado opuesto del cuerpo. Estableció que las causas de la locura podían residir en el cuerpo o la mente.


Lejos de las épocas anteriores en cuanto a la visión de la enfermedad mental, encontramos la Edad Media, caracterizada por olvidar la tradición y los avances anteriores en el campo de la medicina y las enfermedades mentales. En esta época, la religión toma el poder de todos los ámbitos de la vida, tanto privada como pública, y consecuencia de ello es la consideración de todo trastorno mental o de origen desconocido como posesión diabólica o brujería. La epilepsia, por ejemplo, fue confundida con frecuencia con la posesión. De este modo, y bajo la visión que predominaba en la época los enfermos mentales sufrían maltratos continuos, abandonos, cacerías de brujas (Inquisición), etc.

En esta misma época pero en la cultura árabe predominaba una visión radicalmente distinta, se creó el primer centro de acogida para enfermos mentales, donde se trataba a los enfermos con respeto y dignidad, se les daban baños, recibían cuidados y se cubrían todas sus necesidades.

Ya en el renacimiento tuvo lugar el despliegue de las ciencias físicas y la medicina, y aunque no tuvo gran impacto en la enfermedad mental, se desarrolló una línea divergente de pensamiento crítico con las posturas anteriores.

Es ya por el siglo XVII e Ilustración es cuando se empieza a estudiar en profundidad la mente humana desde una nueva perspectiva. Se comienzan a describir las primeras estructuras cerebrales, y algunas de sus funciones. En este contexto surgen las primeras propuestas terapéuticas. La locura en cualquiera de sus variantes (manía, melancolía, histeria, hipocondría...) es la expresión de un conjunto de debilidades corporales que se corrigen con métodos de supuesto fortalecimiento del sistema nervioso.

Destaca en este periodo Philippe Pinel, médico francés que cambió la actitud de la sociedad hacia los enfermos mentales. Ocupó el puesto de director médico en el Asilo de La Bicètre y posteriormente en La Salpêtrière, allí liberó a  enfermos mentales de las cadenas con las que los retenían en lugares inhumanos, e inició un cambio en el modo de tratar a los enfermos mentales. 
En su "Tratado de la locura" clasificó las enfermedades mentales en cuatro tipos: manía, melancolía, idiocia y demencia, y explicó su origen en función de la herencia y las influencias ambientales.

Sin embargo, no es hasta el siglo XX cuando se dispone de unos sistemas de clasificación de las enfermedades mentales ordenados y sistematizados.

En este siglo va forjándose un nuevo concepto de enfermedad mental, más ligado a una concepción orgánica y biologicista, heredera de las doctrinas degeneracionistas y del positivismo radical, que basaba sus observaciones en las colecciones de especímenes humanos clasificados en los manicomios. El representante más genuino de esta orientación, por la influencia que posteriormente tubo, fue Emil Kraepelin.


Y fue Kraepelin quien, en su libro Compendio de Psiquiatría, intentó establecer unos criterios comunes en relación a los sistemas de clasificación. Su principal planteamiento fue la necesidad de delimitar las enfermedades mentales en función de la agrupación de sujetos con alteraciones que sugieran un curso similar.

Otro personaje importante fue Eugen Bleuler firme defensor del origen biológico/genético de las enfermedades mentales, él acuñó términos tan importantes como esquizofrenia y autismo.

Por último, un enfoque constitutivamente diferente lo aportará Sigmund Freud  que a través de la escucha y la interpretación trata de entender el origen psicológico del trastorno. Aporta la noción del inconsciente y desarrolla el psicoanálisis, escuela que posteriormente tendrá un gran impacto y seguidores.

A partir de este momento se fueron continuando clasificaciones mentales diversas, consonantes en mayor o menor medida por la realizada por Kraepelin y que conducirán a la creación de los actuales manuales diagnósticos como el DSM y la CIE, que sirven en la actualidad para el desarrollo de la labor clínica y de investigación a la mayor parte de los profesionales.